7.12.05

A solas conmigo


Comencé a entender que aquello de viajar solo, no es tan malo como dicen. Pensaba que visitar ciudades, conocer culturas distintas, descubrir lugares maravillosos, tenía más sentido compartiéndolo con alguién.
Pero hasta ayer mismo no me dí cuenta lo interesante que puede ser descubrirlo por tí mismo, para ti, asombrándote tú, ir paseando por calles que ni conoces, preguntándote a ti mismo por el misterio de diferentes callejuelas estrechas.
Entonces me embriaga el deseo de querer ser otra persona, no otra distinta a mi, ni inventada, pero sí aquella que a veces no consigo ser del todo, eliminando aquellas cosas que a veces me imponen hacer determinadas cosas por determinados prejuicios, muchos de ellos estúpidos e insignificantes. Se me apetece cantar. Ir paseando y cantando por la calle. Pero no tararear en voz bajita, no, sino cantar, tampoco en plan peli de musical, pero si sonreir, observar con desinterés y, sobre todo, que me importe una mierda quién me mira. Pienso que están pensando que estoy loca porque me rio y canto. Y ese pensamiento me hace sonreir más.
Ayer estuve de viaje por Sevilla. Aunque disfrute de almuerzo y cena con mi vecina, que me brindó su hospitalidad, su compañía y sus buenas charlas y risas... Estuve la mayor parte del día sola re-descubriendo una ciudad que ya conocía, pero que comencé a ver con otros ojos. Cuando apenas se despertaba, ya estaba metida en sus callejones estrechos, contemplando su radial belleza, la mezcolanza de las culturas que le han dejado huella...
Cualquier lugar que hubiera visitado habría quedado prendado de ella. No es por ser Sevilla, como si podría haber sido Cortes de la Frontera. El caso es que yo me sentía tan a gusto conmigo misma, que me olvidé de muchas de esas cosas que a diario doy vueltas últimamente (el hotel, el proyecto, la falta de curro, mi futuro...).
Me molestaba darme cuenta que muchas de las cosas que estaba haciendo y que me hacían sentir para mí más auténtica... podía hacerlas perfectamente a diario dónde vivo. Pero, supongo que eso lleva implícito el deseo grande que tengo por salir de ahí (y como siempre digo, volver con los años).
Mi soledad y yo, a ratos, nos llevamos bien.

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