27.12.05

El olor de los recuerdos

Todos tenemos un sentido más desarrollado que los otros. En mi caso es el olfato. Aun cuando fui una niña sinusítica hasta los nueve años, aun cuando tengo una alergia desde los tres que me seguirá durando lo que me queda de vida, con unas cornas olfativas de libro según el doctor Lobatón y unas congestiones en los meses de marzo y abril que hacen que me levante con voz de camionera de respirar por la boca mientras duermo.
Pese a todo, tengo un olfato privilegiado. Me permite reconocer olores que formaron parte de mi pasado (una etapa, un viaje, un momento), me permite identificar a personas que usan un mismo perfume o que tienen un olor muy característico. Mi olfato hace más por mi, lleva todo eso a mi cerebro y lo clasifica como archivos, los cuales se extraen en décimas de segundo si percibo un olor que me recuerda a algo...
Esta particularidad me lleva a una obsesión compulsiva y comprativa de perfumes. Tengo una colección de 19 perfumes (de momento) que adornan una estantería que compré para libros en mi habitación. Considero que es algo bastante materialista, cuando no una ruina absoluta, pero todos tenemos manías y colecciones absurdas de las cuales sólo nosotros entendemos perfectamente su significado. La mía es esa ( y otras cuántas que no descubriré, de momento).
El caso es que son esos perfumes parte importante de mis recuerdos. En ocasiones, llegan a producirme un "flash-back" más directo y exacto que una foto.
Y como si el espíritu del Grenouille de Süskind se apoderase de mi por momentos (sin incorporar, claro está, sus más crueles y viles instintos asesinos), despedazo retales de mi pasado a la más mínima percepción olfativa. Así, el olor de cordero me recuerda nochebuena en casa de mi abuela; el zotal al gallinero de mi abuelo con sus conejos, gallinas, pavos y codornices en jaulas de palillería de madera; la colonia de nenuco a madrugar e ir al instituto; el olor a algodón de azúcar los veranos de la Velada; el gasoil de la vespino cuando comencé mis correrias de quinceaños con mi amiga Sandra; el inconfundible olor del pollo asado al limón de mi madre; el detergente suavizante que utilizaba la madre de Dani, un amor de verano, en sus camisetas surferas; el olor a sal de la Caleta un sábado de carnaval; las hogueras de San Juan; el champú de melocotón y el 'avenakinesia' de manzana en mi viaje a Galicia conjugado con el olor a lluvia en Santiago; el aroma que desprendía mi primer ramo de flores; los sobres-carta que coleccionaba con mis compañeras de colegio; las toallas calentadas al sol; el "NagChampa" en mi habitación, el café recién hecho después de comer...
Y mis perfumes comenzaron a crear etapas... "Hot" de Givenchy para mi verano de festivales y ferias en Jimena de la Frontera, "Lolita Lempicka" para mi verano de plazoleta y pringados, de baños intempestinos y bailes censurados con Inma; "Simply" de Clinique mezclado con las rosas de "I.SantLaurent" de Glor en la primavera de facultad (Hinchaito, Manolo, Alejandrito, Jony...); la navidad con la minipandi y mi "Issey" que enamoró a Toni; mi "Gaultier" pringosita para cualquier apaño; la "Magnetic"comprada expresamente para vivir mi mágica historia en Madrid; la Escada en este verano con doble curro y pocas salidas; los pétalos de vainilla en el mejor de mis cumpleaños; el "Chance" que impregna y sigue impregnando a mi "gato" en cada momento de este invierno; la "Burberrys" para el Hotel...
Podría seguir, completar con los olores de mis amigos, sus perfumes (la "Sentiment" de Glor para aquellas salidas por el Puerto y con italianos; el intenso jazmín de la "Paradise" de Inma; el "CalvinKlein" de Diego al mediodia en el instituto; el Axe recién echado de Simón para ir a currar conmigo; el confundible olor de Iván, que me recordaba a Charly; la colonia de mora de Natalia y la de vainilla de Cintia; los penetrantes perfumes de Miguel traídos de Andorra a bajo coste; el "Ultraviolet Man" que no puedo volver a oler...
Y ahora, unas notas de café para devolverme este sentido del olfato que Dios me dió. Percibo el tostador encendido por el inconfundible olor de los sandwichs que mi hermana está haciendo. (Por cierto, hoy le acaban de dar el alta).

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mi querida vecina adicta a los olores (sobre todo los que vienen en frasquitos de 50 ml de más de cincuenta euros, jeje): me gusta el olor que desprende este post. Es un olor nostálgico y navideño, de personas que vuelven a casa por navidad. Y me alegro muchísimo.