26.8.05

Glup!



Del oceáno de tus miradas,
aparte la vista...

24.8.05

Don de gentes

Este verano un juego inesperado se presentó como pasatiempo: un puzzle. Pero no puzzle de los que haciamos de pequeños, que tenían por la parte de atrás simbolitos para saber a cuál de los cuatro que contenía la caja pertenecía cada pieza; ni tampoco esos bellos puzzles mosaicos de grandes obras de arte: esa Capilla Sixtina, los famosos angelitos de Rafael, las llaves de San Pedro... Este puzzle es de personas, las que voy conociendo a diario por los trabajos que estoy desempeñando. Con algunas de ellas el contacto dura décimas de segundos, y aún así, pueden llegar a impactarme más que una conversación con otra durante unos minutos (los que tardo en ponerle un gintonic en copa de balón), en ocasiónes, el contacto no es visual, solo escucho su voz, tras un teléfono, y son capaces de contarme lo mal que lo pasan a fin de mes cómo para ceder a mi intento de venderles un curso de inglés (a mi la garganta se me hace un nudo escuchando algunas cosas y os prometo que si el negocio fuese mio, haría becas para aquellos padres que quieren que sus hijos aprendan pero no pueden pagarle una formación complementaria... No es sindrome santateresino, es que creo que soy demasiado débil e ingenua aún en esta vida). Otras son las personas que como piezas desiguales se amontonan en este puzzle: la gente que ya conocía y que voy conociendo más, los que sólo me saludaban y ahora preguntan por cómo me va el día, los que no se sabían mi nombre y hoy sé que hablan de mi con otros... Todos ellos conforman este particular pasatiempo durante el verano. Cada noche, cada mañana, me aportan esa dósis suficiente para comprender que la vida esta llena de gentes complejas, de mentes complejas, de formas de ver la vida distintas, de planteamientos a veces radicalmente opuestos, pero también de la búsqueda de necesidades que hace que personas sin nada en común acaben charlando de su soledad y de comprender quizás mejor a aquel que se sienta solo frente a un johnnywalker, con un malboro y un mechero del último pub de moda de la ciudad... y de seguir sorprendiéndome, con niños aún imberbes de mirada perdida obsesionados por un gramo de coca, del temblor de sus bocas cuando piden papel o buscan la esquina más oscura del bar, implorando con perdón que no les delate...
Demasiada madurez para un periodo estival, demasiado que cambiar para tan corto periodo de tiempo.
Me quedan cosas en el tintero, cosas que no sé aún describir, otras que faltan por venir (el verano no ha acabado)... ¿Cómo puede esto rellenar mi curriculum, en esa parte final, adicional, colocando un "don de gentes"?¿Cómo?
... Y de fondo suena: {Philippe Rombi "Cinq fois Deux" }

16.8.05

Retomando tareas

Ya no es sólo mi amiga-gemela pacense, que con su tripita de ocho meses está premonitoria y sabe con un saludo por vía messenger cómo me encuentro... ni las miradas de Inma cuando sabe que le esquivo hablar de ello o cuando las palabras se me amontonan y lo suelto todo sin parar. Ahora también Gloria leyendome por aquí percibe bastante bien cómo me siento y se atreve a soltarme un "no me gusta lo que veo" y "ya no sé cómo puedo ayudarte". Lo mismo que Inma, lo mismo que Rosa, lo mismo de todos aquellos que consiguen darse cuenta que tras mi mirada diaria de "veraneo" aparente, de mi bucólica imagen de pasotismo, por dentro... la estoy pasando canutas! Y ya no es que esto se haya acrecentado, sino que el tiempo ha transcurrido, demasiado ya, para yo seguir así, porque este desequilibrio esta acabando con parte de lo que soy, de lo que con tanto trabajo y esfuerzo me costó volver a construir, para que...
Por ellas y por algunos otros... vuelvo a tomar las riendas del olvido. De la forma más constante que mi corazón aguante. Porque nadie se merece que me vea así, porque me conocen de una forma y así quiero permanecer, sin altibajos, sin sonrisas con alma sangrante... hasta que llore de risa recordando con ellas el coñazo que les dí ("recuerdas niña el encoñamiento que te dió con el de Madrid..."). Chicas, no prometo nada, pero ahi queda apuntada la tarea.

11.8.05

A falta de musas...

... buenas son las palabras de un Maestro *






Este "adios", no maquilla un "hasta luego".
Este "nunca", no esconde un "ojalá".
Estas cenizas no juegan con fuego,
este ciego no mira para atrás,
este notario firma lo que escribo,
esta letra, no la protestaré;
ahorrate el acuse de recibo,
estas visperas son las de después.
A este ruido, tan huérfano de padre,
no voy a permitirle que taladre
un corazón, podrido de latir.
Este pez, ya no muere por tu boca.
Esta loc@, se va con otra loc@...
estos ojos no lloran más por ti.
* El maestro Sabina

8.8.05

Tal día como hoy...


Me propuse no escribir hoy. Me propuse pasar por alto este día, no dejar huella o constancia que se aprecie de mi, aún presente, dolor. Me daba asco seguir dando pena, consideré este blog un error, con encubierto sentido, una prolongación de los sentimientos que más debía paliar precisamente no haciéndoles caso. ¿Es eso el olvido? Escribirte aquí más palabras, que nunca llegarán a tu puerto, que nunca se teclearán en otro sitio donde puedas llegar a leerlas (ese posible email...), ni que saldrán de mi boca porque ya no tengo nada (sea lo que sea que haga falta) para llamarte. Ni base, ni preguntas, ni porqués... En tres meses se han diluido mis sueños, se han derramado y esparcido todas las causas suficientes para descolgar el movil y decirte mis cuatro verdades, darle y encontrar razones donde solo había confusiones... Ya no queda nada. Nada, nada, nada... Tanto vacio. Y no sé porqué esto me sigue doliendo, no sé porque me sigues doliendo... Siento no saber explicar esto de más formas, es más, ojala no tuviera que sentir la suma necesidad de expresarlo, ojalá este sufrimiento se hubiera esparcido como tantas otras cosas nuestras, que tuvieron hace más de tres meses una razón de ser y que ahora no merece a tu juicio ni la más mísera de las llamadas para decirme adios; ojalá este dolor se lo hubiera tragado el water como aquella puta colilla que eché hace doce días y se la tragó, sin volver a fumar desde entonces. Todo esto debería ser más fácil...

¿Qué dije aquella vez para que tus ojos dejasen de mirarme?

2.8.05

El juego de Bito

"ENFRASCADA"

Aphaia llevaba siempre en su bolso un tarro de cristal. De pequeñas dimensiones, desprovisto de todo papel propandístico y de tapadera roja, curiosamente se perdía entre la gran cantidad de cosas que llevaba consigo, como toda mujer moderna que se precie. Lejos de parecer inservible, nada semejante a muchos otros artilujios que se encontraban en los distintos departamentos del bolso, el tarro actuaba como un recogedor de recuerdos. Aphaia introducía en él diminutos fragmentos (si puede llamarse así) de muchas de las situaciones más llamativas y curiosas que pasaban por su vida y de las que quería dejar constancia de alguna forma: un hilo del pañuelo que tenía atado al cuello mientras esperaba la nota del último exámen de su carrera, un cartón que había impregnado de un perfume en el Corte inglés y que le recordaba aquellas noches de invierno, un mechón de pelo de una amiga que andaba en México, la luz del Retiro aquella tarde, una gomilla de pelo con la que él le anudo una de las trenzas que le hizo una tarde en la cama, una cerilla escogida entre cien de una cajetilla que tenía la propaganda del hostal al que fueron, el pico de una servilleta de papel de aquel restaurante donde un chico moreno de largas pestañas la miraba sin parar y no supieron que decirse, un falso anillo hecho con las tiras de adornos que complementan los "felicidades" de los regalos, un botón de la camisa de él (la de rayas azules), un possit roto en dos pedazos, los dos dentro del tarro, pero alejados (contenía un número de teléfono), la intensidad de su mirada al amanecer, el beso que depositó en su frente acto seguido, varios papelillos de los carnavales del 97, el humo de aquel cigarro que se fumó antes de despedirse de ella, la etiqueta de la camiseta que le molestaba en la nuca y que ella cortó dulcemente con sus dientes (Springfield.M.), la mitad de un billete de metro, las dos promesas que le hizo y que no cumplió, una de las lágrimas derramadas cuando subió a ese autobús, cuatro sabores (el helado de avellana, su barra de labios impregnada en los suyos, el chicle de canela-menta y la sal de la Caleta), una orquilla pequeña (para apenas 7pelos), un abanico de abrazos...
Llegaba tarde. La tiranta del bolso pesaba aquella mañana más que nunca ("llevaré demasiada calderilla", pensó), situada sobre la tira del sujetador rosa con flores, se le clavaba dejando una rojiza marca en su hombro. Se sintio afatigada, optó por cambiarselo de hombro, pero el peso parecía el mismo y apenas sintió alivio. Subía las escaleras casi una a una, posando los dos pies, luego uno al siguiente, y el otro, con la mano agarrando la barandilla, interrumpiendo el ritmo normal/frenético de muchos transeúntes. Paró en seco. Sus pulsaciones se aceleraban, sentía la tensión en las sienes. Descolgó el bolso y lo puso en el suelo, en medio de la escalera, entre miles de personas que la subían y bajaban. Un chico sorprendido por tal gesto, se acercó por si quería ayuda. Aphaia agarró con gran fuerza el bolso, tiró de él y no podía, en un segundo intento se lo hechó rapidamente hacia el hombro derecho y continuó su camino. Pareció recobrar el aliento, el pulso volvió a su estado natural, salió de la boca de metro y vió la luz. Sonrió. Justo en ese momento, la tiranta del bolso escapa del hombro y cae al suelo con tal brusquedad que el tarro sale de él disparado a morir, haciéndose añicos. Ella cae de rodillas y comienza recoger todos los recuerdos sustanciales que el recipiente guardaba, eran tan pequeños, estaba tan nerviosa, que apenas podía atinar a cogerlos. Ni tan siquiera prestaba atencion al resto del bolso, al resto de sus pertenencias, al movil, a sus gafas de lejos... Lloraba. Las lágrimas se mezclaban de forma curiosa con los cristales. De forma un tanto lenta, todo quedaba recogido, incluido ya el resto de sus cosas, las cuales introdujo descuidadamente en el bolso. En una mano tenía amontonados todos aquellos fetiches del tarro. Cerraba su puño con fuerza. Y volvió a sonreir.
Esa misma tarde quemó aquellos diminutos recuerdos, abrió la ventana de su habitación y sopló con fuerza las cenizas que quedaban. "Se mezclarán con los aromas, el beso en la frente, los abrazos, las miradas al amanecer, el humo de ese cigarro rubio...". Salió de su vida para siempre.