Mi vecina tenia una cita. Vino a verme horas antes del "evento", como toda mujer, un tanto nerviosa. Era un reencuentro y como tal, siempre existe una polvorienta nube de dudas sobre formas de actuar, consejos a seguir, ropa que ponerse y, cómo saludarle... "Déjate llevar", intenté decirle mientras nos bebíamos una cocacola llenita de hielos y mi idolatrado ventilador nos daba vida. En un principio, no tiene por qué parecer algo especial, sino fuera porque la participación contraria, la masculina, corresponde a mi compañero de clase. Ése con el que he estado todo el año literalmente "codo con codo", que hemos trabajado en equipo como delegada y subdelegado que somos, que nos hemos hecho nuestras confidencias y un tío que me parece desde la primera semana que le conocí lo más bonachón que puede uno encontrarse por la vida hoy día (lo cual no es poco!).
Sabía la hora de la cita, sabía el lugar, mi vecina vive frente a mi, en otro edificio, y divisaba desde la ventana de mi cocina su portal. Vamos!que sólo me faltaban las palomitas, desenchufar el ventilador querido de mi cuarto, enchufarlo en la cocina y ... esperar.
Faltaban 4 o 5 minutos para la hora señalada. Él apareció ... no sé por donde apareció, estaba buscando una buena posicion en la ventana, pero allí estaba, y antes de tiempo. Toque caballeroso, y de protocolo. Ella se hacía esperar (qué bien he enseñado a mi chica!!) unos minutillos. Él se encontraba frente al portal, ni muy lejos, ni muy cerca, se movía con indecisión, una pierna adelante, otra atrás... Los minutos se hacían eternos, hasta lo eran para mi (jo! vecina, tampoco hace falta retocarte tanto, si estabas ya monísima horas antes cuando apareciste en mi casa!!). Èl parecía no poder más: un escaparate ("mi salvación", pensó). Cruzó la calle y se puso a mirarlo. Yo no sé que interés puede tener un escaparate de una tienda de 20duros, más que nada porque para mi es algo caótico, un poco de horrovacui amontonado, sin orden ni lógica y sin incentivo alguno: sabes que todo vale 20duros (o valía). Y entonces apareció ella, tan "cuidadosamente desaliñada" como le dije. Mira a la izquierda, luego a la derecha y lo vé. Él ya estaba mirandola desde medio segundo antes y se aproximaba a su encuentro. A mi los nervios me podían (la besará?, la saludará solo?, se lanzará ella?...), me encaramaba a la ventana de tal manera que casi me salgo de ella, pero me retiré a una escuadriñada esquinita porque pensé que la inteligencia de mi vecina podía hacerle instintivamente, como otras veces, mirar hacia mi ventana. Pero no, en esos momentos, ellos solo estaban pensando en ese momento, os lo aseguro: se dieron dos besos (bueno...no esta nada mal... pongamos que era la alternativa más políticamente correcta) y avanzaron calle abajo, a perderse entre la avenida, luego entre el paseo marítimo... hasta que caiga la Luna (monumentalmente ciclópea esta noche).
Y yo me quedé alli unos segundos, viéndoles desaparecer, y me sentí feliz, tremendamente feliz, me sentí de alguna forma parte de aquello que no tiene nombre, que no es aún nada... Ohhh! espíritu trotaconventos!!! vuelve a tu choza!!! te esperan apuntes mil por repasar y mi último examen en menos de 24horas.
(Chicos, espero sepais perdonar mi "curiosidad"...)