12.6.05

Amores de barra

En el momento más oportuno o inoportuno (no sé) le rechacé. Era de ojos azules, bebía cerveza y estaba estratégicamente situado en la barra del sitio que anoche cerramos después de compartir una botella del 'sr.pipers' (bendito seas) con varios amigos y de reincidir en mis dotes de relaciones públicas del grupo para conseguir un módico descuento en el precio de las entradas. Todo estaba yendo bien. Para empezar porque pensé que todo lo acumulado podía acelerar las fases de la borrachera desembocando en un mar de lágrimas, pero me mantuvo a raya los 'monstruos' de mis amigos que saben ir a su rollo sin dejar de buscarme la sonrisa. Y todo iba bien porque estrenaba unos zapatos rosas nuevos, monísimos, y no me dolían. Pero cuando me acerqué a la barra a hacer uso de mi consumición unos brazos redujeron mi espacio para pedir un pipers-cola. Y allí me quedé puede que treinta, cuarenta minutos, una hora y media: él desplegaba todas sus tácticas que parecían sacadas de manual, pero conjugado con dotes de perfectísimo ejemplar de la idiosincracia gaditana. Yo, que me percataba de todo, le dejaba hacer, aunque sin darle su currado "trofeo". La torpeza de reflejos, fruto de mis pipers, casi acaba en un beso, pero con un rápido amago sacado de manual, se quedó todo en otro intento... Y me acordé de ti, de tus ojos marrones e infinitos, comprendí que nunca podría durar un asalto con esa mirada. Y los brazos que me estaban agarrando se me clavaban en aquella parte de mi cuerpo que tocaban. Entonces hice lo que mejor consideré: besarle. Sin sentimiento, sin juego de por medio, sin cosquilleo hormonal causa/efecto del alcohol, le besé sin labios, le besé para que entendiera que la partida acabó, que podía irse, le besé porque no tenía palabras, porque no tenía voz... Y cuando por fin captó el mensaje, le miré, sonreí forzadamente, cogí mi bolso, y me fuí para casa.

1 comentario:

Anónimo dijo...

me huele que no acabará ahí...