8.11.05

De camino

Me he preguntado muchas mañanas cuántas personas de éstas que te cruzas para ir al trabajo o a clase, detendrá sus pensamientos y pensará en ti, invadido por una espontánea y terrible necesidad de saber quién eres, a qué te dedicas, a dónde te diriges, cual será tu nombre, si estas comenzando bien el día, si te encuentras triste... Te chequea en cuestión de segundos, según tu forma de vestir, la manera de mirar al suelo, si te encuentras distraído o estás fijamente observando a alguien en la otra acera que no se percata de tu vigía. También por los andares, por la forma de atusarte el pelo, la manera disimulada de recolocar las líneas de la falda en su posición correcta, o si frunces el ceño porque los zapatos te molestan.
Me pregunto si alguien lo hará conmigo como yo lo hago tanto al día, casí sin querer, como un ejercicio práctico y vital para hacer más ameno el camino de mi casa al hotel y del hotel a mi casa que realizo unas cuatro veces diarias. Y hoy me detuve en ella en especial, porque iba exageradamente maquillada, porque se le ceñia tanto la blusa que se le formaban ochos en el pecho y la tripa, porque la conocía de vista, de años atrás, cuando trabajaba en la copistería que tanto frecuentaba con mi amiga Lourdes porque estabamos enamoradas del dueño. Él siempre estaba allí, a veces parecía que supervisaba todo lo que ella cada mañana iba haciendo mejor... hasta que la relación profesional que mantuvieron pasó a ser personal, y Lourdes y yo a odiarla a muerte y ponerla a parir cada vez que la veíamos. La realidad es que hacían una pareja perfecta, jóvenes y guapos, con trabajo, simpáticos (aunque me pesaba reconocerlo, la chica tenía don de gentes)... Y como lo suyo precisamente no era pasar desapercibidos, y menos a raíz de la morbosa relacion que tuvieron, tampoco me sorprendí mucho cuando la ví embarazada, y un año después ver colgada una foto plastificada a tamaño poster de su hijo, como una especie de prueba evidente de su amor, de su consolidación como la pareja del año, del lustro, del siglo que apenas estaba acabando...
Han pasado unos años ya. Ayer se me cruzó en el semáforo con el niño de la mano llevándolo para el cole, y hoy sé que el destino definitivo no era dejarlo en la puerta sino en manos de su padre, que lo montaba en moto y partían dirección centro. Hacen unos años que se separaron, él esta hecho un putero, ella tiene un nuevo trabajo en el periódico local y está liada con su nuevo jefe. Podreis pensar todo lo que queraís, podeis sacar más miga que el tomate a esta historia... pero en los días que llevo viéndola, la he "escaneado" y he creado mi historia en base a los datos reales que sé... Sólo me faltó ver su mirada hacia él cuando le daba al niño para darme cuenta de que ese excesivo maquillaje que la ha hecho madrugar quince minutos antes, la ropa ceñida y los andares felinos que le daban esas botas en punta de alto tacón sólo intentaban mostrarle a él lo que por su parte se estaba perdiendo, de que aún no le ha olvidado, de que por mucha camas en las que pudiera caer, ninguna será como ella, ninguno será como él... seguirán dándose cuenta de que, siguen siendo la 'pareja perfecta', sin ser pareja, aunque pase el tiempo, y su única conversación sea decidir a qué hora recoge al chico para llevarlo al colegio.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

No quisiera estar en su piel cuando se den cuenta...

Bito dijo...
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Bito dijo...

Vaya, he suprimido lo que no he entendido por saltarme un par de líneas (muy pequeña se ve tu letra en mi ordenador).
Tiene un regustillo de tristeza esta historia, sobre todo por el dato del maquillaje, pero me gusta la forma en la que has conseguido convertir, un cruce de miradas, con la historia de una relación rota en la que el orgullo se pone por encima del amor...

Muy, muy buena... y no la historia, sino tu forma de desarrollarla.

Anónimo dijo...

vaya... yo tambien frecuentaba esa copisteria, aunque nunca me entere de la historia de fondo (despistada que es una). Pero me alegro de no conocerla, porque asi al leerla de tu mano, resulta más entrañable y cercana. Si me hubiera fijado en la joven perfecta que atendia el mostrador, no le hubiera dedicado ni dos minutos. Y ahora sin embargo, al imaginarmela con su exceso de maquillaje y sus pies doloridos por esos tacones inmensos,hasta me puedo poner en su piel y sentir lo que ella. Y lo siento muchisimo. Excelente trabajo, vecina.