13.11.05

Cuentos nunca contados


La cicatriz en su labio superior, que llené de besos y caricias en la madrugada de un camping inesperado, compartiendo caseta para dos, y tu declaración.
Habrán pasado cinco años y hoy una canción me ha traido tu recuerdo. Caminabamos despacio por Aranjuez, y yo sentía por dentro que todo tenía melodía, que sonaba Rodrigo de fondo, y tú y yo dándonos y devolviéndonos miradas entre una sala y otra mientras duraba la visita. Eso pasó un mes antes del camping, pero ya allí mismo te sentía, el calor de tus manos nerviosas atravesando de arriba a abajo mi espalda... En Aranjuez, a sólo medio metro de mi, te sentía tan adentro... En aquel momento, me querías como tu princesa y yo, yo era prisionera de otro.
La visita se alargaba, tu mirada me estremecía, tanto que me asfixiaba guardar las formas, la sonrisa se me salía por los cuatro costados, el Salón de los espejos me repetían tus ojos negros, tan negros como profundos, todos ellos iban a mí, a mí, y me rompían de deseo hacia tí. Y mi inocencia, mis malditos prejuicios, los tuyos, los de ambos que conjugados no daban más que torpezas, y tu voz "Ven". Y allí, donde la marquesina de los balcones forrados de telas isabelinas parecía dar una semioscuridad, me intentaste coger la mano, primero rozándome el codo con tus dedos, luego bajando tu mano hacia la mía que se entrelazaron torpemente, como pretendiendo fundirse, apretandose por décimas de segundos, después se soltaron. Te retiraste de mi espalda, y seguiste la visita. Y yo me recomponía cuan presa y sofocada por la pasión contenida, sintiéndose Juana la loca cuando vió por primera vez a su esposo el Hermoso el día de sus nupcias, sintiéndose dichosa, princesa dichosa.

Ha pasado tanto tiempo Charli que casi no reconozco esa forma de actuar contigo. El cambio de esa niña que no quería ir en contra de ninguna ley (la fidelidad ficticia) y que pensaba que los palacios solo tenían vida en los cuentos y las peliculas de hollywood, y de repente verme hoy, dispuesta a ir en contra de cualquier regla que genera prejuicios estúpidos, normas de comportamiento absurdas, autenticas formas de contención, reminiscencias inquisidoras hacia brujas y rameras de antaño...

Esto no es más que... mostrar cuánto me llena de rabia darme cuenta todo lo que me contuve contigo, de cuánto malgaste en pensar en el tal y cual, sin disfrutar lo que tenía delante, sea el detalle que fuese, por diminuto y más preciado que pareciese, tus labios gruesos, carnosos, que querían absorverme, y yo con la mente en otra parte. Siempre suelen contestar eso de que no hay que arrepentirse de nada del pasado. Pero cuando uno mira atrás con nostalgia, esconde el deseo de haber querido cambiar aunque sea una pequeña parte, o una grandísima parte.
Esto no es más que... darme cuenta de cómo te hice daño, y de lo mucho que me gustaría hoy saber dónde estás para decirtelo así sin más. No es una declaración de intenciones lo que te expondría, sino mi más sincero reconocimiento de que fui yo quién jodió el cuento de la princesa comprometida, el príncipe de la cicatriz en el labio y el palacio de Aranjuez.

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